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Takayama: La aldea del Sake




Takayama es una pequeña ciudad metida entre las montañas. Fue fundada en el año 107 de la dinastía Kanamori.  En la parte norte, a 10 minutos en bus, se encuentra un bosque con 10 santuarios diferentes.
Su arquitectura todavía conserva la madera y la constitución antigua. Las casas de madera de techos labrados como toda la vida lo hemos visto en las películas: las puertas con especies de rejillas que dejan ver hacia las salas dispuestas para la ceremonia del té, garajes pequeños y tal vez adaptados para las necesidades modernas, dos o tres pisos con paneles que separan los ambientes.

Las manzanas que conservan aún la organización, están rodeadas de calles estrechas een las que caben uno o dos carros con suerte. Ahí también han instalado restaurantes (sobre todo de carne, una especialidad muy cara en la región, aproximadamente de 2000 yenes) y cafés a los que se siente uno tentado de entrar.  Toda esta área se considera de conservación, por lo que no se permite fumar; hacerlo o botar basura puede representar multas.


En cada esquina hay un pequeño altar, y en algunas esquinas hasta se pueden observar templos completos.
Los japoneses pasan por ahí a pasear el perro, o a realizar alguna actividad de la vida diaria, y no olvidan detenerse un momento para reverenciar el centro.
Yo estuve a mediados de mayo y el verano ya estaba entrando, y por lo tanto no hemos visto muchos cerezos en flor, pero sí los pisos entapetados de rosado de las flores que se despiden… pero no me desvío, Takayama es tal vez el primer lugar del recorrido que aún tiene vivas las flores en los árboles, y decoran los bordes de los ríos junto con otros tipos de flores de  
colores (y hablo del más grande de los ríos, porque Takayama tiene tres). Los ríos en la ciudad permiten que hayan pequeños puentes por toda la ciudad que comunican las orillas.
Otro atractivo de la ciudad son los mercados de mañana, donde los lugareños ofrecen sus productos (ahí mismo se puede comer algún bocadillo que saca de apuros al hambre).

Por toda la ciudad se encuentra un personaje muy curioso, rojo y parecido a un bufón. Sarubobo es su nombre y es una invención que lleva buen tiempo en Takayama. Le llaman el bebé mono de la buena suerte. Significa bebé-mono y tiene un doble significado con "dejar ir", entonces hablan de él como un amuleto que se lleva la mala suerte y trae alegría. Tiene la cara roja
como los monos y como los niños bebés al nacer. El muñeco ahora es uno de los principales objetos para la venta en la región y es muy popular, incluso se vende en diferentes colores dependiendo del objetivo (rojo para el amor, naranja para la unión familiar, etc), pero tradicionalmente lo hacen las abuelas como amuleto de buena suerte y alegría para sus nietos. Yo recorrí toda la feria hasta que encontré una mujer, que es abuela y los hace a mano, de la manera tradicional: Ese Sarubobo es mi nuevo amuleto.
Yo nunca he sido muy buena con la ubicación espacial, ni siguiendo mapas. Me perdí en este lugar, como siempre. Y como siempre que uno se pierde y camina para el lado que no "quería caminar", es así donde realmente se conoce. En Takayama, saliendo del centro turístico, nos encontramos con las casas de la gente normal, y sus cultivos de cebolla y otras plantas poco conocidas para nosotras. Uno de los habitantes intentó explicarnos lo que sembraban pero no le entendimos. Suponemos que mucho tiene que ver con los vegetales que se venden en el mercado, y que en su mayoría son desconocidos (con excepción del rábano y la cebolla), y sabemos que mucho de eso se usa en las comidas japonesas, pero hay que saber usar muy bien sus sabores, pues son muy fuertes (comprobado al
recibir muestras en los mercados).

Y recordando este lugar, no puedo dejar de pensar en lo que más me impresionó, y fue la sonrisa del ciudadano. Al principio, al vernos caminar perdidas por las calles, nos miró con desconfianza. Pero cuando le pregunté cómo estaba, me regaló esa sonrisa que de una vez se me contagia.

En dos lugares se encuentran lavapies, que son una especie de jacuzzi para los pies, y cualquiera puede ir a ellos (son también el gancho para los spa, pero no se va a tener a ningún vendedor a la vista ofreciendo algo).

Por último, no se debe olvidar, que a Takayama también la llaman la aldea del sake, y es que, aunque no vimos ninguna fábrica directamente, notamos que hay muchos tipos de sake local que no se encuentra en ningún otro lado, siendo el sake de durazno y el de arroz, dos de los más comunes y ofrecidos (también resultan mucho más económicos que en otros lados) y el Umeshu es el recomendado.
La aldea, o la villa, se encuentra relativamente cerca de la ciudad, y hay algunos tours que permiten explorar el área por aproximadamente 4000 yenes medio día (yo no lo hice pero dejo el dato).

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