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De brujos, ceviches y tumbas: Bienvenidos a Perú

Cruzar una frontera siempre es un tema. Parece que es un miedo casi generalizado en los colombianos (¿me equivoco?). Abandonamos Loja a la media noche en un bus que nos llevaría a Piura. Un nuevo país, otra bandera.
No les voy a decir que todo es color de rosa, es más debo confesar que tengo mis "creencias" de viajes: lo primero que te suceda llegando va a ser reflejo del resto del viaje.
Debo aclarar que con Perú no fue así, y aunque la cosa empezó bastante mal, en verdad todo fue mejorando hasta convertirse en un país imposible de sacar del corazón.
Catedral de Chiclayo

Pero, como siempre, empecemos desde el principio. Cruzamos la frontera por Macará. Nos bajamos del bus de madrugada, y con un calor húmedo y engañoso. La zona es arrocera y cría bastantes insectos. Insectos gigantes y ansiosos de sangre nueva.
El agente de migración, un resignado empleado, hacía preguntas como si fuera robot, mientras un zancudo gigante se llenaba de su sangre. El empleado parecía insensible a la extracción y sellaba los pasaportes sin ninguna emoción de ningún tipo. Volvimos al bus, y dormimos un par de horas más hasta que el bus nos dejó en uno de los terminales de bus de Piura.
Cuando digo uno de los terminales de bus, debo hacer una aclaración para los que viajan a Perú. En la mayoría de ciudades no hay un terminal de buses, sino varios, dividido por destino y compañía de buses. Ese día nos dimos cuenta pues, aunque esperábamos poder tomar en seguida el bus que nos llevara a Chiclayo, resultó que debíamos tomar un taxi hasta el otro terminal.
Aunque viajero prevenido vale por dos, y uno pregunta a cuanto local puede cuánto cuesta una carrera y habla con los taxistas, siempre existe la posibilidad de que te estafen, así que lo mejor es guardar la calma y hacer cuantas preguntas se puedan.
Debido a que no teníamos soles, tuvimos que pedirle al taxista que primero nos llevara a un cajero, y él nos dio un precio específico. Cuando llegamos al destino nos cobro el doble de lo pactado porque, para él, un recorrido había sido hasta el cajero y otro hasta el terminal. Terminamos por aceptar de mala gana (en esas situaciones es mejor no discutir, aún cuando uno queda frustrado y sintiéndose engañado). Lo cierto es que teníamos muchas ganas de abandonar la ruidosa ciudad que no nos había
recibido muy bien.
Hicimos diez mil preguntas antes de subir al bus, y ya prevenidos llegamos a Chiclayo. Aquí la situación fue otra. Un amable taxista nos ayudó a buscar un hotel a buen precio, y en el mismo, además de hacernos descuento por ser extranjero, nos llevaron las maletas y nos informaron que estábamos cerca de uno de los lugares más apetecidos por los viajeros: El mercado modelo y mercado de los brujos. Emocionados y con la certeza de que Perú comenzaba a portarse muy bien, nos alistamos para conocer el mercado.
¿Qué les puedo decir? Sonrisas por doquier, uno de los mejores ceviches (o cebiches) que habíamos probado en toda la vida, una combinación de tollo y cebolla, acompañado de tortillas de camote y preparado con las manos del amor. Evidentemente el cebiche no es lo único que se puede comer en el mercado, hay para todos los gustos, recetas muy peruanas y muy típicas. Este fue nuestro primer y glorioso encuentro con la comida peruana.
Y sí, me enfermé un poco de tanto comer, lo normal al cambiar de país... y esta vez muy valió la pena.
También tuvimos (es una obligación moral) que ir al Mercado de los Brujos, un extenso mercado dedicado a los rezos, pociones y la medicina practicada por brujos. Es posible encontrar cualquier clase de cosa que uno se imagine o que haya visto en cualquier película de terror. Fetos de llama disecados, ekekos, ranas, pieles de animales (y puede que muchos en vía de extinción), yerbas de todo tipo, amuletos, muñecos de vudú: mejor dicho, ustedes se imaginan y seguramente ellos no lo tienen.

Y aunque todo lo que les cuento es bastante
atractivo y muy divertido, hay una atracción especial muy cerca de Chiclayo, y se encuentra muy cerca de Chiclayo, en la ciudad de Lambayeque: El museo de las tumbas reales de Sipán. Y antes de que piensen que es algo aburrido, permítanme contarles lo importante que es para nosotros, como sudamericanos, este fantástico descubrimiento.

Para llegar a Lambayeque, se puede ir en una combi. ¿Alguien más que haya crecido con televisión peruana? ¿América Latina, Panamericana? Bueno, en este lugar cumplimos uno de los sueños ¡subirnos a una combi de la muerte! Con los conductores peleando a viva voz, gritándole a los pasajeros para que se suban, diciendo cosas ininteligibles por la ventana de los pequeños y destartalados buses. Un paraíso cultural.

¿Qué sabemos del año 250 en nuestro continente? 

Nuestros indígenas se dedicaron a enterrar a los grandes personajes con objetos representativos de ellos mismos y otros que les fueran útiles en el otro mundo. Esas tumbas eran sagradas, es lo que llaman ellos huacas (no se confunda con el término guacas que usamos en Colombia). Estos sitios de culto y de memoria fueron saqueadas continuamente desde la invasión y "conquista" española. Con fines lucrativos sacaban las vasijas y los objetos que pudieran venderse en el mercado negro (o anteriormente, que se pudieran llevar a España), destrozando las tumbas y dejándonos a nosotros con las preguntas que todavía no hemos logrado responder: ¿Quiénes eran los verdaderos dueños de estas tierras? ¿Cuál es nuestra identidad y nuestras raíces?
El señor de Sipán fue descubierto en la era moderna, en 1987 (un descubrimiento más joven que yo) y data del año 250. Una tumba real de un gobernante Moche que se encontró intacta y preparada para contar una larga historia de costumbres, vivencias, comidas, etc. El museo está construido en forma de pirámide, como se supone que eran las de los moches.
El museo no permite fotos dentro de él, una fortuna, pienso yo, porque permiten que uno se concentre más en las maravillas de lo que ve y poco en factores externos. Además, espero que les queden las ganas de ir a visitarlo.
El señor de Sipán medía 1.67 metros y estaba adornado con símbolos del Sol y la Luna (significando la dualidad de las deidades) y maní (significado de renacimiento).
En la tumba se encontraron otros 8 individuos: 3 mujeres (probablemente concubinas), 4 hombres (militares, un vigía y un soldado, el último sin pies para que no abandonara su puesto) y un niño, además de dos llamas y un soldado.
¡Apuesto a que no hubieras querido ser de la familia real a la hora de la muerte del rey!

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