1 año de viaje: 10 sitios que marcaron mi viaje por Sudamérica
Ayer cumplí un año fuera de casa. Salí porque tenía una deuda conmigo misma de recorrer el sur del continente. No soy muy estricta con los planes, porque cuando se viaja, el camino va mostrándose. 63 ciudades después, sé que el viaje está pausado y las ganas aún intactas. 7 países después, mi familia bien sabe lo mucho que la extraño, pero siguen apoyándome en el viaje que es la vida.
A manera de aniversario me gustaría compartir con ustedes lo que he aprendido en el top 10 de mi recorrido hasta ahora.
10. Buenos Aires, Argentina: No hay forma de no incluirla. Una ciudad que parece estar en los ochenta en muchos aspectos (como los ascensores manuales, las llaves grandes y pesadas...). La arquitectura todavía guarda la historia de los inmigrantes que huyeron de la hambrienta Europa y se quedaron transformando una ciudad. Es necesario conocerla para entender mucho de nuestra identidad, pues nuestros gritos de libertad llegaron en las voces de Mercedes Sosa, de Fito Paez y los Fabulosos Cadillacs. Recorrer las calles que Sábato y Cortazar caminaron como suyas, recrear las historias que siguen sucediendo en los rincones...
Caminar la feria de San Telmo, encontrar bailarines callejeros de tango, recorrer el Paseo de la historieta y emocionarse con la paciente Mafalda que atiende cientos de turistas a diario y sigue tan vigente antes como ahora, entender un país que todavía considera la educación y la salud como un derecho y como un negocio hace parte importante de mi viaje.
9. Pasto, Colombia: La ciudad sorpresa le llaman a Pasto, y mi paso por ahí en verdad me sorprendió. La dulzura de la gente, el clima frío y lluvioso, los cafés regados y dispuestos para departir son el común denominador. La comprensión de nuestra historia, de los rebeldes que entendieron la independencia de una manera particular me permitió ver el otro lado de la moneda.
No vamos a dejar de lado las maravillas naturales que rodean la hermosa ciudad (La laguna de la Cocha, la Laguna verde), y mucho menos la gastronomía particular y variada que tiene la ciudad, que en verdad me sorprendió.
8. Colonia, Uruguay: Uruguay es un país pequeño y desconcertante. Sus años coloniales saltaron entre Portugal y España, y por lo mismo posee una arquitectura única.
Colonia es una ciudad pequeñita, que besa al Río de la Plata y mantiene sus calles clásicas, su arquitectura mezclada pero muy cuidada y que aloja en sus calles visitantes de todos los países. Los uruguayos se sienten orgullosos de tener la mejor carne del mundo y ofender a Suarez o hacer burla de los mordiscos puede ser una ofensa fatal.
Colonia es una ciudad para perderse caminando por sus calles empedradas y sus muros coloridos.
7. Puerto López, Ecuador: Una pequeña ciudad en el pacífico ecuatoriano me permitió ver ballenas juguetonas, me enfrentó a la triste realidad de la muerte de tiburones, y también a la difícil vida de los pescadores de Latinoamérica, olvidados como muchos de los más honestos trabajadores.
También me permitió probar los gigantes camarones que se ofrecen en la playa, cuando los pescadores llegan de sus largas jornadas nocturnas.
Le devolvió a mis pasos la playa, el mar, cosas que tanto anhelo y que Hawaii me dejó para siempre en la piel y en el alma. Además me liberó un poco de turistas y viajeros (como yo, yo sé) que se apropian de destinos, y me permitió una visión más plena de la vida de los ecuatorianos.
6. Tiahuanaco, Bolivia: Las excavaciones, los arqueólogos, los locales, todavía no acaban de poner de acuerdo en lo que significó este lugar, por qué un observatorio astronómico fue desarrollado en un lugar tan curioso, cómo cortaban piedras perfectas los indígenas que España llegó a "salvar", para qué servía la puerta del sol, ni mucho menos cómo un monolito (Bennet) de 7.3 metros de altura fue construido en una sola pieza y transportado.
5. Machu Picchu, Perú: Y es que no hay nada que opaque este destino. Quedarse al menos un día contemplando la perfecta arquitectura para la que no se necesitó pegante; las llamas que pasean y besan, roban comida o escupen, con su caminar elegante y engreído; preguntarse cuál sería la finalidad de este complejo arquitectónico tan grande; apreciar los sistemas de riego (algunos todavía vigentes si se observa bien en el camino desde la Hidroeléctrica); sentarse y contemplar la perfecta arquitectura realizada por una sociedad bastante bien constituída y de la que, tristemente, hoy poca información tenemos; voltear la foto de la ciudad para contemplar la cara del Inca cuidando su ciudad; entender que nunca fue un descubrimiento, sino un encuentro de civilizaciones...
4. Huanchaco, Perú: Puedo estar un poco influenciada por los grandes amigos que hice en este lugar, pero también hay una combinación increíble de civilizaciones en este lugar:
Chanchan, una ciudad hecha de barro con decorados que aún se conservan. La huaca del sol y de la luna, de la civilación Moche, y la dama de Cao (una mujer que gobernó a los Mochicas), y el Señor de Sipán hacen de este el Disney de los amantes de la arquitectura.
Pero además de eso, Huanchaco está anclado junto a la playa, y tiene pescadores que todavía cabalgan las aguas en caballito de totora.
3. Valparaíso, Chile: Una ciudad cargada de historia y de rebeldes estudiantes que lucharon contra la dictadura, que escondían en sus casas de colores a los buscados, que tiene cerros maravillosos que permiten observar el Pacífico invadido de cargueros. Valparaíso, una ciudad cantada, escrita, llorada, que todavía tiene troles y cuyas calles le quitan el aliento a cualquiera, que tiene colores por doquier y que inspiró los poemas de Pablo Neruda que por años me hicieron añorar con una nostalgia inexistente sus rincones. Una de las esperas más gratas y de los sueños que se cumplieron.
2. Huaraz, Perú: Un destino completamente sorpresivo, con lagunas de colores, ovejas, glaciares, paisajes que jamás pensé que una ciudad Sudamericana tuviera. La palabra Huaraz, en quechua waras, significa amanecer.
El monte que se ve en las películas de Paramount se encuentra aquí, hace parte de la cordillera blanca del Ancash y se llama Artesonraju.
Además tiene el complejo de los chavines, una de las civilizaciones más antiguas del continente, que no necesitó de la guerra para sobrevivir por muchos siglos, y cuyo sistema de riego y recolección de agua aún funciona.
1. La Isla del Sol, Bolivia: ¿Cómo más podía terminar mi lista? Esta Isla de lago resultó ser uno de los lugares más significativos en el viaje, compartiendo de cerca con familias aymara que incluso nos invitaron a pasar con ellos uno de los días más sagrados: el día de los muertos.
Comprender que los muertos existen a otro nivel, y que nuestra obligación como vivos es recordarlos y celebrar la vida no pudo haber sido mejor expresado, la sabiduría que se me transmitió no pudo haber sido más grande.
Y aunque fue en esta isla donde me enfermé más duro en todo el viaje, no puedo dejar de recordar con gratitud la playa fría, el lago de colores intensos y cambiantes al sol, las comidas ofrecidas, los rezos a mis muertos y las sonrisas de los niños que viven en un paraíso sin saberlo.
Se me quedan tantos destinos, tanta vida, tantos amigos, tantos rincones... pero por ahora quería resumir un poco lo que significó este primer año de viaje.
Agradezco a todos los que me han seguido en esta increíble aventura y espero haberlos entretenido un poco.
La otra semana comenzaré las crónicas por Perú y espero me puedan acompañar.
Por favor no olviden seguirme en Facebook e Instagram para que no se pierdan de nada.
A manera de aniversario me gustaría compartir con ustedes lo que he aprendido en el top 10 de mi recorrido hasta ahora.
10. Buenos Aires, Argentina: No hay forma de no incluirla. Una ciudad que parece estar en los ochenta en muchos aspectos (como los ascensores manuales, las llaves grandes y pesadas...). La arquitectura todavía guarda la historia de los inmigrantes que huyeron de la hambrienta Europa y se quedaron transformando una ciudad. Es necesario conocerla para entender mucho de nuestra identidad, pues nuestros gritos de libertad llegaron en las voces de Mercedes Sosa, de Fito Paez y los Fabulosos Cadillacs. Recorrer las calles que Sábato y Cortazar caminaron como suyas, recrear las historias que siguen sucediendo en los rincones...
Caminar la feria de San Telmo, encontrar bailarines callejeros de tango, recorrer el Paseo de la historieta y emocionarse con la paciente Mafalda que atiende cientos de turistas a diario y sigue tan vigente antes como ahora, entender un país que todavía considera la educación y la salud como un derecho y como un negocio hace parte importante de mi viaje.
9. Pasto, Colombia: La ciudad sorpresa le llaman a Pasto, y mi paso por ahí en verdad me sorprendió. La dulzura de la gente, el clima frío y lluvioso, los cafés regados y dispuestos para departir son el común denominador. La comprensión de nuestra historia, de los rebeldes que entendieron la independencia de una manera particular me permitió ver el otro lado de la moneda.
No vamos a dejar de lado las maravillas naturales que rodean la hermosa ciudad (La laguna de la Cocha, la Laguna verde), y mucho menos la gastronomía particular y variada que tiene la ciudad, que en verdad me sorprendió.
8. Colonia, Uruguay: Uruguay es un país pequeño y desconcertante. Sus años coloniales saltaron entre Portugal y España, y por lo mismo posee una arquitectura única.
Colonia es una ciudad pequeñita, que besa al Río de la Plata y mantiene sus calles clásicas, su arquitectura mezclada pero muy cuidada y que aloja en sus calles visitantes de todos los países. Los uruguayos se sienten orgullosos de tener la mejor carne del mundo y ofender a Suarez o hacer burla de los mordiscos puede ser una ofensa fatal.
Colonia es una ciudad para perderse caminando por sus calles empedradas y sus muros coloridos.
7. Puerto López, Ecuador: Una pequeña ciudad en el pacífico ecuatoriano me permitió ver ballenas juguetonas, me enfrentó a la triste realidad de la muerte de tiburones, y también a la difícil vida de los pescadores de Latinoamérica, olvidados como muchos de los más honestos trabajadores.
También me permitió probar los gigantes camarones que se ofrecen en la playa, cuando los pescadores llegan de sus largas jornadas nocturnas.
Le devolvió a mis pasos la playa, el mar, cosas que tanto anhelo y que Hawaii me dejó para siempre en la piel y en el alma. Además me liberó un poco de turistas y viajeros (como yo, yo sé) que se apropian de destinos, y me permitió una visión más plena de la vida de los ecuatorianos.
6. Tiahuanaco, Bolivia: Las excavaciones, los arqueólogos, los locales, todavía no acaban de poner de acuerdo en lo que significó este lugar, por qué un observatorio astronómico fue desarrollado en un lugar tan curioso, cómo cortaban piedras perfectas los indígenas que España llegó a "salvar", para qué servía la puerta del sol, ni mucho menos cómo un monolito (Bennet) de 7.3 metros de altura fue construido en una sola pieza y transportado.
5. Machu Picchu, Perú: Y es que no hay nada que opaque este destino. Quedarse al menos un día contemplando la perfecta arquitectura para la que no se necesitó pegante; las llamas que pasean y besan, roban comida o escupen, con su caminar elegante y engreído; preguntarse cuál sería la finalidad de este complejo arquitectónico tan grande; apreciar los sistemas de riego (algunos todavía vigentes si se observa bien en el camino desde la Hidroeléctrica); sentarse y contemplar la perfecta arquitectura realizada por una sociedad bastante bien constituída y de la que, tristemente, hoy poca información tenemos; voltear la foto de la ciudad para contemplar la cara del Inca cuidando su ciudad; entender que nunca fue un descubrimiento, sino un encuentro de civilizaciones...
4. Huanchaco, Perú: Puedo estar un poco influenciada por los grandes amigos que hice en este lugar, pero también hay una combinación increíble de civilizaciones en este lugar:
Chanchan, una ciudad hecha de barro con decorados que aún se conservan. La huaca del sol y de la luna, de la civilación Moche, y la dama de Cao (una mujer que gobernó a los Mochicas), y el Señor de Sipán hacen de este el Disney de los amantes de la arquitectura.
Pero además de eso, Huanchaco está anclado junto a la playa, y tiene pescadores que todavía cabalgan las aguas en caballito de totora.
3. Valparaíso, Chile: Una ciudad cargada de historia y de rebeldes estudiantes que lucharon contra la dictadura, que escondían en sus casas de colores a los buscados, que tiene cerros maravillosos que permiten observar el Pacífico invadido de cargueros. Valparaíso, una ciudad cantada, escrita, llorada, que todavía tiene troles y cuyas calles le quitan el aliento a cualquiera, que tiene colores por doquier y que inspiró los poemas de Pablo Neruda que por años me hicieron añorar con una nostalgia inexistente sus rincones. Una de las esperas más gratas y de los sueños que se cumplieron.
2. Huaraz, Perú: Un destino completamente sorpresivo, con lagunas de colores, ovejas, glaciares, paisajes que jamás pensé que una ciudad Sudamericana tuviera. La palabra Huaraz, en quechua waras, significa amanecer.
El monte que se ve en las películas de Paramount se encuentra aquí, hace parte de la cordillera blanca del Ancash y se llama Artesonraju.
Además tiene el complejo de los chavines, una de las civilizaciones más antiguas del continente, que no necesitó de la guerra para sobrevivir por muchos siglos, y cuyo sistema de riego y recolección de agua aún funciona.
1. La Isla del Sol, Bolivia: ¿Cómo más podía terminar mi lista? Esta Isla de lago resultó ser uno de los lugares más significativos en el viaje, compartiendo de cerca con familias aymara que incluso nos invitaron a pasar con ellos uno de los días más sagrados: el día de los muertos.
Comprender que los muertos existen a otro nivel, y que nuestra obligación como vivos es recordarlos y celebrar la vida no pudo haber sido mejor expresado, la sabiduría que se me transmitió no pudo haber sido más grande.
Y aunque fue en esta isla donde me enfermé más duro en todo el viaje, no puedo dejar de recordar con gratitud la playa fría, el lago de colores intensos y cambiantes al sol, las comidas ofrecidas, los rezos a mis muertos y las sonrisas de los niños que viven en un paraíso sin saberlo.
Se me quedan tantos destinos, tanta vida, tantos amigos, tantos rincones... pero por ahora quería resumir un poco lo que significó este primer año de viaje.
Agradezco a todos los que me han seguido en esta increíble aventura y espero haberlos entretenido un poco.
La otra semana comenzaré las crónicas por Perú y espero me puedan acompañar.
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hermoso! gracias
ResponderEliminarGracias por acompañar el camino
EliminarLa primera vez que te leo, me gustó mucho la forma en que describes cada viaje,tan corto... pero lleno de recuerdos y experiencias vividas, felicidades por haber vivido tanto!
ResponderEliminarMuchas gracias, qué gusto tener nuevos lectores. Espero que te sigan agradando las lecturas. Un abrazo
EliminarMuy bonitas experiencias querida amiga espero y sigas con más aventuras
ResponderEliminarMuchas gracias por las visitas y la lectura. Espero siempre sea así.
EliminarWow me sorprendí con ese hermoso color de la laguna, se ve hermoso! Gracias por compartir algo más... diferente a lo que siempre se ve de cada país.
ResponderEliminarGracias Vanessa por pasarte por el blog. Me alegra mucho que te gusten las fotos y que no lo hayas visto, es un honor. Saludos
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