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Un castillo para el pueblo y la primera frontera

Catedral de las Lajas (ahí estoy yo, muy chiquitica)
 Después de Pasto tomamos un bus a Ipiales, una ciudad fronteriza, con todos los pros y contras que tiene una ciudad de este tipo. Hay mucho movimiento, mucho comercio, mucha gente, y el trato no es tan amable como un podría pedir después de venir de Pasto. Una ciudad muy movida, por eso decidimos que no queríamos quedarnos ahí. Y nos preguntamos si no sería posible quedarnos en las Lajas. La gente no nos supo responder muy bien, así que agarramos maletas y nos arriesgamos; la respuesta para los que quieran ir allá es positiva: se puede e incluso es más barato. Una habitación está por el orden de los  $35000 con agua caliente, baño privado y WiFi.
Este es uno de los destinos que había yo soñado también, del que mi mamá se había alegrado mucho de conocer. Una catedral entre las montañas, en medio de las rocas, un castillo que guarda diferentes arquitecturas, según iban completando los sacerdotes de turno.
Petición a la virgen de las Lajas
De alguna manera cada sacerdote logró que el pueblo trabajara muy duro y que las familias ayudaran con esta increíble construcciones. Para los indígenas y campesinos de la época resultaba un privilegio tener en sus tierras la iglesia dedicada a la Señora de las Lajas. La historia de la virgen es que una campesina estaba regresando a su casa, con su hija, pero una fuerte tormenta las sorprendió en medio de la nada y tuvieron que refugiarse en una especie de cueva en la roca, arriesgándose así a ser devoradas por algún animal. Pero la niña, de repente le dijo a la mamá: la mestiza me llama. Y era la virgen prometiéndoles que las cuidaría.
Por mucho tiempo la gente ha hecho multitudinarias peregrinaciones para hacer peticiones especiales a la virgen, y de entre muchas de ellas tomé una fotografía que me pareció hermosa; no es un cambio de me porto bien si me curas, sino una condición, si crees que voy a ser bueno, cúrame.
No quiero preguntarme mucho sobre las necesidades de un pueblo, de las prioridades que hacen construir una Iglesia, en cambio quiero confesar que me siento feliz de que el movimiento que sea cree tremendas obras de artes, museos vivos, que no solamente hablan de diseños, de sueños, de ideas, sino de la fe y la fortaleza de un pueblo para lograr una obra tan magna.
Los vitrales tienen colores impresionantes, que registran todas las vírgenes de todo el mundo, con sus respectivas historias. También se encuentran pasajes importantes de la Biblia, necesarios siempre para grabar ideas en las personas, para enseñarles y recordarles a aquellos indígenas y campesinos que no sabían leer, que había un poder superior y que funcionaba de cierta manera. Techos altos que recuerdan la dependencia humana.
Además de la magna construcción religiosa, en la parte subterránea se encuentra el museo de la Catedral que habla de la construcción, pero que también guarda objetos encontrados en el lugar y algunos otros donados por aquellos que deseaban ser partícipes activos de la construcción constante de su templo. También hay algo del conocimiento que se ha venido perdiendo con el tiempo, del conocimiento de los indígenas sobre el universo, la vida y el tiempo. De sus plantaciones, de ese conocimiento que viene desapareciendo, al igual que el lazo que nos une con la tierra.
Y me parecen ahora muy curioso, después de haber visto algunas ruinas en Perú (y es que acá los Moches construían templos, los Chimus luego construían sus templos encima, luego los Incas hacían lo mismo en el mismo lugar, y después los españoles fijaban sus iglesias encima),  es que una piedra de ritos indígenas se encuentra en el camino del río debajo de la Catedral, como si la energía de los ritos siguiera en el mismo sitio, algún poder que no entendemos pero sí sentimos, y como humanos buscamos adorar la fuerza poderosa, tenga el nombre o la figura que sea.

Las tiendas estaban repletas de golosinas que yo no veía desde mis más tiernos años (y sí, me acabé en un día la pirámide de dulce, y sí, mi hermana tenía razón, esos ositos sabían a jarabe). Me da pena no poder llevar otras cositas de recuerdos, como pequeñas catedrales talladas en piedra, pero ahora mismo estoy entendiendo la importancia de viajar ligero... y a veces pienso que también es una enseñanza de vida y no solo de viaje.
Partimos después de ver la magnitud de la catedral de día y de noche, de las peregrinaciones, de canciones que siempre me hacen pensar en mi mamá y mi abuela (esas dedicadas a la virgen y que hablan de que una madre siempre espera... si alguien tiene el datico de la canción, le agradezco), de la fe de las personas encendiendo las velas, del asombro de los niños a la entrada de la catedral, a la luz de las velas de colores, de la pasión con la que se arrodillan a las imágenes que les recuerdan su fe, sus creencias, sus pasiones.
Nos devolvimos a Ipiales, cargados de maletas, a hacer las vueltas correspondientes antes de cruzar la frontera, a hacer las últimas llamadas con sim colombiana. A, de alguna manera, recibir la bendición de nuestras familias antes de cruzar la frontera. A recibir fuerza y bendiciones: ahora sí comenzaba la aventura.
La primera frontera.
Ahora sí pongámonos prácticos, para todos aquellos que no saben cómo es esta historia de cruzar una frontera por tierra.
Algunas advertencias que nos hicieron, era que no cambiáramos dólares con colombianos en la frontera (me da pena tener que decirlo, pero aparentemente es más seguro hacerlo con ecuatorianos, o simplemente, como hicimos nosotros, llevar ya listo el dinero).
Hay unos carros que lo llevan a uno hasta Inmigración, ahí se debe hacer una fila que depende del día y la hora se vuelve o no complicado (es mejor ir con tiempo y mucha paciencia). La primera fila es para entrar, y la segunda es para sellar el pasaporte (de cualquier manera tampoco es muy complicada esta fila, no tanto como la de Ecuador a Colombia, pues nuestras actuales economías hacen que sea bastante barato para los ecuatorianos ir a hacer compras a nuestro país).
Las preguntas son las normales, cuánto tiempo, para dónde, para qué. Luego de observar miles de historias de los viajeros (un espectáculo de variedad), hay que pasar caminando el puente, hasta donde se pueden tomar unos carritos que te llevan al lugar donde puedes tomar otro transporte que te lleve a Tulcán, nuestro primer destino en Ecuador.

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