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Yo no me quería ir de Pasto

Café del parque

Hay una lista infinita de cosas por las que uno se enamora perdidamente de Pasto, por las que el "Bienvenido a la ciudad sorpresa" cobra sentido cuando vives la ciudad, por las que dejarse sorprender es el mejor negocio en la capital nariñense. En este post quiero intentar nombrar algunas. Permítanme tomar aire e intentar escribir con las ganas volver que tengo.

Restaurantes y cafés.
No, nos son en lo absoluto algo fuera de lo común, diría uno al verlos por fuera, pero cuando uno entra, la cosa cambia. Las personas de Pasto son increíblemente atentas y serviciales, hacerlo sentir cómodo a uno es una de sus prioridades.
Los cafés alrededor de la plaza tienen todo algún atractivo, la decoración, el ambiente. Al ladito del Café del parque hay un sitio de empanadas de llamado Maiz con masa reposada (empanadas de añejo) ¡Una delicia que no hay que perderse!
Si uno se va por los típicos, hay sitios especializados en cuy (definitivamente no es de mis favoritos, pero no se fijen en mi opinión, yo soy más bien fregadita pa comer). Por la 40 se encuentra la calle donde mejor se puede comer el plato típico (si quieren comerlo sin cabeza, tienen que aclarar la cosa). Yo disfruté más de la picada pastusa que tiene cerdo a modo de masitas.
Además de estos platos, no sobra ir a comer lapingachos, que son básicamente torticas de papa y queso, también por esos lares se sigue colando alguito de champus, y el helado de paila que se empieza a poner entre los platos típicos de la región.
Y sí, la oferta para la boca es mucha, pero no se compara con la oferta cultural.
Por supuesto no puedo dejar por fuera "La catedral", que además tiene una pizzería (a la que nos llevaron unos amigos para celebrar el cumpleaños de mi compañero) en otro lado de la ciudad, de pizza hecha en horno de barro, con leña. La palabra deliciosa se queda corta.

Cultura.
Si empezamos por las iglesias, estamos hablando de museos impresionantes. El trabajo en madera es increíble, sorprendente... yo sé que uno no se fija mucho en esas cosas, pero acercarse a los detalles de iglesias como la de Santo Domingo, resulta dejándolo a uno anonadado.
El arte gótico, los murales, los frescos, los arcos, los rosetones, todo habla de una cultura, de una tradición, de un pueblo, de nosotros. Pero al mismo tiempo habla de cómo el arte ha sobrevivido y se ha adaptado. ¿Que al artista le pagan por hacer cosas religiosas? El artista muestra su arte en las iglesias. Así pueden comer y patrocinarse otras creaciones. Puede ser también el caso de uno de los maestros más impresionantes de Pasto, uno que puede ser muy conocido: el maestro Zambrano. Él ya murió hace muchos años, pero sus hijos tienen el legado a cuestas y mantienen su impresionante hogar como un museo de libre entrada.
Además de sus increíbles creaciones, tienen una colección basta de objetos de la colonia, y hallazgos arqueológicos de la era de los pastos (Ah, sí, Pasto recibe su nombre de estos personajes guerreros).
Pero, me quedo un poquito más hablando de las creaciones, y recomiendo que cualquier trabajo que quieran en madera se lo encarguen a este taller, como ya mencioné, los hijos siguen tallando con una técnica asombrosa (seguramente serán ellos los que me provean el siguiente regalo para mi mamá, porque además hacen envíos a cualquier parte, previo pago). Les dejo los datos por si se les antoja algo:
Calle 20 # 29-78, tel 7312837, 3007790777 y correo: hernandozambrano@gmail.com
Y si pasan por Pasto, no olviden visitar el museo, no se arrepienten. Las obras originales, en su mayoría, tienen el rastro rústico del cincel (esa es la muestra pura del trabajo manual, de la fuerza y el trabajo del artista sobre la madera).
Y aunque Pasto es una ciudad muy religiosa esto no quiere decir que se limite a ello.
Los museos dan cuenta de lo mismo.
Por mera casualidad llegamos a un museo, el Juan Lorenzo Lucero, montado en una casa donada, con muchos objetos donados, y un grupo de jóvenes guías que saben cómo guiar a los visitantes por la historia Nariñense.
De nuevo sus palabras mostraron que este pueblo es directo descendiente de nuestros antepasados los Pastos, tribu guerrera, matriarcado, conocedores del buen uso de las plantas (entre ellas la coca, y se puede ver en las esculturas con el bultito en el cachete).
Y lo que siempre me sorprenderá de Pasto es que son de los pocos colombianos (y latinoamericanos) que tienen en claro lo que fue realmente Simón Bolivar, el falso libertador, y ¿cómo no? Fueron sus antepasados los que sufrieron de las vejaciones, los exterminios, las violaciones del mal llamado Libertador. Son ellos los que han abierto los ojos con respecto a la influencia de la religión en nuestro proceder, en la política, el uso publicitario que se le ha dado a los santos para dirigir la mente del ciudadano común.

Por otro lado, es necesario resaltar que en la plaza principal se encuentra una librería (Lyra) donde los libros escritos por nariñenses tienen un precio estándar de 10 mil pesos, lo que hace accesible la literatura de la región, mucha de pensadores e historiadores. Pero, por favor, si se pasan por Pasto, no olviden visitar el museo y de paso la librería con la estatua de Gabo (también me conquistó por ese lado).
Bueno, pero además de la cultura hay que tener en cuenta que Pasto es algo más, Pasto es...

Fiesta.
El museo del Carnaval muestra que Pasto también es fiesta, música e interpretaciones artísticas de la vida, crítica, diversión, todo en el mismo paquete. Tuve la gran fortuna, el gusto, la emoción de encontrar una carroza alegórica a uno de mis nuevos libros favoritos "La carroza de Bolivar" de Evelio Rosero (uno de los mejores escritores vivos que tiene nuestra patria), y que efectivamente toca el tema de los carnavales de Pasto: sobre todo el de Negros y Blancos, pero no neguemos que desde el 28 de diciembre Pasto parece ser una rumba sin fin (no he estado, pero les creo a los que han asistido), y no me puedo imaginar las calles invadidas de carrozas como estas, muy bien realizadas.
La gente.
Café La Catedral
Este es, tal vez el punto que más influye. Ese acento rítmico y sonoro, poner en diminutivo casi todas las palabras. ¿No es encantador? Todos te ofrecen, te ayudan, te saludan. Una costumbre impropia de ciudad, me parece a mí.
En un café se confabularon conmigo para darme un pequeño pastel a escondidas (para el cumpleaños de mi compañero), y para ello cambiaron la factura y demás (muchas molestias para darme gusto).
Y no solo son ellos, los propios de la ciudad, parece que esta amabilidad y es contagiosa, pues a los que no son pastenses (el verdadero gentilicio de la ciudad, pues el pastuso data de los días de Bolívar, quien se burlaba de la rebeldía de los del lugar haciéndoles fama de brutos... ya sabemos que no hay nada más alejado de la realidad que decir que los "pastusos" son tontos) parece pegárseles la gentileza de los locales.
Entre los meseros que me atendieron, hubo uno de Manizales que se comportaba muy servicial, haciendo venias y todo (ojo que no digo que los de Manizales no lo sean, estoy de acuerdo con que son de los más dulces de Colombia, pero los pastusos tienen su manera especial de atender). 
Por otro lado, tuve la suerte de conocer a Maria Cristina (una mujer hermosa y talentosa, felizmente casada con un pastusito, y enamorada de la tierra y de su local, que además vive al lado del Galeras), y a Javier (un ex integrante de los carrangueros, de corazón de oro y de los mejores humores que conozco), también Mauricio, el hermano de un amigo, que con gusto y virtualmente nos guió por los sitios que teníamos que visitar; todos ellos nos recibieron mostrándonos la ciudad y su corazón de paso, yo sé que es su naturaleza son gentiles, pero no pueden negar que la ciudad ha influenciado aún más y amplificado la belleza de su ser. Para ellos debe ser un reto dejar una ciudad como esta, me imagino. Y en nuestro corazón, los extrañamos todo el tiempo, y los recordamos con todo el cariño del mundo. 
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