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Primer destino: La blanca de Popayan

Hace un mes salimos de Bogotá. No fue (ni es aún) una de las salidas fáciles.
Por un lado es el comienzo de la aventura, la sensación continua de no saber exactamente a dónde se va a llegar ni qué se va a ver (por más de que se planeen las cosas siempre está el excitante factor de la novedad).
Por otro lado está la despedida. Saber que dejarás de ver por un tiempo a tu familia es lo más cercano a sentir el corazón roto. Mis sobrinas, mi mamá, mi hermana, mi papá y mi gata, a quienes extraño profundamente, de una u otra manera apoyaron mi sueño, en el que estoy invirtiendo las fuerzas de este momento de mi vida. Nos acompañaron al Terminal de Transportes, donde decidimos empezar el viaje en bus.
Preparada para un viaje de 11 horas, nos costó casi 14 llegar a nuestro destino; trancones (ese día se levantó el paro camionero), varadas (3 en total y una de ellas en zona peligrosa que exigió la compañía de la policía), algunas paradas de los buses... pero por fin llegamos a la capital de Cauca por primera vez.
Comida de Popayán
Llevaba el corazón bien arrugado, pero el camino va ayudando. Una muy buena amiga le hizo ojitos a su mamá para que nos recibiera en su casa y se dio la bonita casualidad de que su hermana (una talentosa estudiante que ahora vive en Brasil) estaba también de vacaciones.
Por esos días hubo otras mamá y hermana prestadas como para remojar un poquito la nostalgia. Cuidados, comidas, paseos turísticos. Nos mostraron la ciudad y de paso conocimos cómo se vive en ella, al interior de una casa (qué experiencia maravillosa).
Arte callejero
¿Pero qué es lo encantador de la ciudad blanca? Bueno, yo voy a poner en mayúsculas la primera razón por la que hay que ir a Popayán: LA COMIDA. Y no se imaginen ustedes que la comida de allá con los súper platos, allá es una cultura de picar. El restaurante al que nos llevaron fue "Moras de Castilla" (Más recomendado imposible) Carantantas (esas arepuelas que se ven en la foto) y empanaditas de pipian (las chiquitas) acompañadas de hogao y ají de maní. De sobremesa un salpicón, que en realidad es más un granizadito de mora con maracuyá y guanábana (encantador).
Además de ser una excelente capital gastronómica de la picaíta, también tiene cafés hermosos y coloniales por toda la ciudad. El pueblito patojo (a modo de pueblito paisa en Medellín), tiene una réplica de la ciudad en miniatura, muchos cafés y unos tolditos más populares donde venden comida típica (la ya mencionada y chorizos, y obviamente, la deliciosa lulada y el inigualable champús.
Puente el Humilladero
Lo del pueblito patojo, informo a quienes no conozcan la historia, fue un sobrenombre que se llevaron los de Popayán, pues fue un pueblo invadido en un tiempo por las niguas (ese pequeño arácnido que ama meterse entre los dedos y debajo de las uñas causando infecciones y picazón). Debido a que los campesinos de la región andaban descalzos o con poca protección en los pies, sufrieron con la plaga que les hinchaba los dedos y los hacía caminar de manera extraña. Por eso se les llamó patojos.
Y ya que nos metimos con historia, cabe mencionar que Popayán es una ciudad con una carga histórica y política muuuy grande para Colombia, el mayor porcentaje de presidentes de la nación fue nacido allí, y también estuvo varias veces opcionada a ser la capital de Colombia. 
Siendo un pueblo privilegiado (las clases sociales que surgieron hace unos siglos eran bastante ricas), tenían una cantidad considerable de esclavos. A ellos se les castigaba sobre el puente "el Humilladero". Es decir, además de recibir un castigo por alguna falta, recibían el castigo extra de la vergüenza, de ser castigados frente a "todo" el pueblo.
Y, como cualquier pueblo colombiano, Popayán está lleno de inscripciones de por aquí pasó el Libertador, por allí escupió, por allá durmió. Eso sí, apenas merece una media mención.
Además de la carga histórica, Popayán es conocida por su religiosidad. Más de 12 iglesias (y las 12 son las clásicas y conocidas, neoclásicas, barrocas, clásicas, góticas, de arte morisco...) salen cada semana santa con su procesión. Me queda en el tintero la pregunta de si se cruzarán en el camino (aunque creo que cada cual tiene su ruta y su horario, pero me queda tela pa cuento, imaginarme si en un encuentro se cruzan y resultan en un lado dos Magdalenas, y en el otro dos malos ladrones). Bueno, ojo que vale mucho la pena recorrer las iglesias, cada una es un museo muy diferente, pero con los mismos piadosos orando (eso siempre me parecerá lindo).
La Ermita
Y aunque, evidentemente la catedral es impresionante, tengo que darle un punto de preferida a la iglesia jesuita de la Ermita, una pequeña iglesia en la montaña (con una vista increíble), y una historia todavía mejor.
Resulta que cuando los Jesuitas fueron expulsados, se limpiaron los zapatos y dejaron una maldición que decía que la cruz se caería cuando la hora de la ciudad hubiera llegado. En aquel terremoto de 1983 la cruz se partió hacia un lado, el mismo lado de la ciudad que fue destruido por el fenómeno sísmico: esa es la leyenda.
No sé si está de más aclarar que Popayán es llamada la Ciudad Blanca porque por decreto todas las casas y construcciones del centro deben guardar el color blanco y el estilo colonial. Lo cierto es que le da un aire hermoso a la ciudad.
¿El clima? Templadito, muy cómodo. Repleto de museos y además resulta ser la ciudad natal de Negret, cuyo hijo vimos, por casualidades de la vida, sentado en la plaza (y sí se parece, y gracias a nuestra espectacular guía pudimos reconocerlo).
Nuestra parada en el Cauca también nos dejó probar juguito de caña (que mi familia bien sabe que adoro), y disfrutar de los atardeceres desde el campo abierto.
Negret en domingo
Nuestra primera parada nos preparó para continuar por nuestro camino hacia Pasto. Emocionados, descansados y muy bien comidos, de nuevo alistamos maleta para continuar el recorrido.
Si tienen preguntas de la ciudad, por favor no duden en hacérmelas llegar.
Ya saben que en Twitter, Facebook e Instagram me encuentran como Rola de Viaje, y si me siguen me dan más ánimo para seguir contando la aventura. Por favor, si les gusta, compartan.














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