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¿Cuál es el sueño de un viajero? Les presento a Huanchaco

Vista del cielo de WasiHome
Hay una lista de cosas que tenía en mente cuando inicié el viaje por Latinoamérica. Imaginaba llegar a un lugar, con playa, preferiblemente (tengo una conexión bien bonita con el mar), un lugar repleto de colores donde se pudiera cocinar rico, con gente bacana de muchos países, música, risas, salidas en bicicleta... Compañeros para recorrer lugares históricos, arqueológicos, planes inesperados, buscar comida tarde en la noche. No sé, el sueño de salir a ser ciudadano del mundo.
No siempre se tiene la suerte de encontrar una o varias de esas cosas, aunque no tenerlas tampoco es un drama (siempre el camino trae nuevas aventuras), pero en el viaje al menos encontré uno de esos lugares con todo el paquete.
Plaza de Trujillo
Estaba buscando un lugar en Trujillo, Perú. Uno bien ubicado, bonito, no muy caro. Y encontré uno cerca de ahí. Huanchaco, a 10 minutos de la ciudad, muy cerca del mar. Reservamos.
Nos recibió en WasiHome (Wasi significa hogar en Quechua) un hombre de buena energía, con ropa relajada y una sonrisa de oreja a oreja. De inmediato se interesó por el Ukelele y hablamos un rato sobre de dónde veníamos, qué hacíamos. En él reconocimos a un viajero empedernido: su casa estaba repleta de instrumentos musicales de todo el mundo, tenía la mente completamente abierta, era muy amable, conocía casi cualquier lugar que les nombrábamos y en casi cualquier ciudad del mundo tiene amigos.
Nos indicó el cuarto, nos recomendó lugares para recorrer, nos ofreció sus bicicletas y quedó abierto a lo que pudiéramos necesitar, además, obviamente, de ofrecernos su ayuda incondicional.
Aquí empezó uno de mis lugares favoritos. En verdad que Huanchaco lo tiene todo.
Habíamos programado 4 días en Huanchaco, así que debíamos aprovecharlos. Al día siguiente, después del delicioso desayuno que Edulfo (así se llama nuestro anfitrión), tomamos las bicicletas y nos dispusimos a llegar a Chan Chan. El primer día que hicimos el intento, en realidad no resultó. Di vuelta en una calle antes del lugar y dos perros gigantes y hermosos, estaban listos para defender la finca privada. Yo me quedé petrificada y mi compañero comenzó a intentar asustarlos, y en un descuido, uno de los perros lo mordió.
El encargado de la finca volvió un tanto asustado, retiró los perros y nos ayudó a lavar la herida de mi compañero. Afortunadamente los perros estaban vacunados y se veían muy bien de salud. Estos son los tipos de incidentes que no se pueden predecir.
Ayudante de combi
Nos devolvimos muy aburridos, por supuesto, a esperar a que algún camión nos llevara. Y tardamos menos de 15 minutos con el pulgar levantado. Un camión pequeño paró y sin necesitar de nuestras explicaciones, nos ayudó a subir las bicicletas. También por el camino recogió a 3 argentinos que viajaban a dedo por el país Inca.
Sí, no voy a negar que el incidente nos aburrió un poco. Después de llegar a la casa y lavar la herida. Debido a que las medicinas necesarias no las encontramos en Huanchaco, tuve que ir hasta Trujillo (que siempre es una aventura, porque los ayudantes del conductor siempre están haciendo comentarios graciosos para convencer a la gente de que se suban, y para la muestra, un botón).
Nos bajó un poco el ánimo el incidente, pero no lo suficiente como para que las esperanzas se extinguieran.
Los dos días siguientes descansamos, tal vez la mordida era una advertencia para que nos detuviéramos, y eso hicimos.
Comenzamos a conocer aún más de cerca a nuestro anfitrión y músico, quien cada noche reunía una gran cantidad de gente para sentarnos en la terraza a tocar cada uno un instrumento y a cantarle a la vida.
Leímos, meditamos, dormimos junto al mar. Habíamos escrito con la brisa que nos llevaba el mar.
Conocimos a una española anarquista que prestaba voluntariado a un grupo de mujeres cabeza de familia, con quien hablaba mientras tomábamos el sol en la terraza.
Despedimos a dos peruanas sumergidas en el mundo de la moda y el diseño. Apareció un ecuatoriano surfista, que iba tras la huellas de huaqueros para hacer un documental y nos íbamos llenando de integrantes para las noches musicales.

Dos días después, habiendo descansado y recargado fuerzas, volvimos a emprender el viaje a los resquicios arqueológicos (ya no en bicicleta, porque la pierna tenía que recuperarse aún); en verdad teníamos muchas ganas de visitarlos.

¿Qué es Chan Chan? Un sitio arqueológico de la cultura Chimú del año 600, toda construida de adobe y que ha soportado siglos de inclemencias del tiempo y los huaqueros. Por muchos años estuvo cubierta bajo una montaña de polvo que iba acumulando. Conservan muchos de los decorados, de la organización rectangular, de las sillas que usaban para sentarse, de los muros que separaba los lugares y que aún sigue investigándose, porque hay mucho que no nos alcanzaron a contar estos pre Incas.
Chan Chan significa sol sol, lo que nos hace pensar que esta gente estaba expuesta a estas cantidades increíbles de sol y calor todo el tiempo. La poca o nula lluvia también permite que se conserven este tipo de construcciones (algo difícil de entender para nosotros, los rolos de tierras verdes).
En total hay 4 complejos que se pueden visitar con la misma entrada que se compra, y de verdad que vale la pena. Ver el trabajo dedicado y delicado que sobrevive tanto tiempo es esplendoroso.
Este tipo de trabajo artesanal, valga aclararse, se dedicaba para recintos ceremoniales o administrativos, las casas de la gente del común, debían ser de muros planos, lo que prueba que no hemos cambiado mucho en la cultura desde entonces.
Pero ¿qué pasó con una cultura tan avanzada, con regadíos y capaces de sobrevivir en el desierto? Lo de siempre, el pez grande que se come al pequeño. Los Incas llegaron a llevarse a sus mejores artesanos, a las buenas o a las malas. Debido a que se opusieron, les cortaron sus entradas de agua, reduciendo considerablemente la población y terminaron por reducirlos como sociedad, aunque llevándose a los más representativos que pudieran aportar conocimiento a los Incas.
Estuvimos dos días, impresionándonos de las construcciones, de la inteligencia y de la planeación, un poco tristes al pensar que estas culturas siguen estando en segundo plano y que no tenemos suficiente información. Los españoles arrasaron con gran parte del conocimiento, silenciaron las voces de los Incas (que seguramente llevaban un registro juicioso de todas estas culturas que iban desapareciendo e integrando a la propia), y no hay suficiente presupuesto en Perú para cubrir la cantidad de información que se guarda detrás de tantas montañas de arena, o de los suelos que se guardan para sí las aventuras de otros de otros pueblos. Los huaqueros también han hecho su parte, a veces buena, y a veces mala, porque, aunque es cierto que se roban buena parte de los tesoros, también suelen ser los primeros que ponen a la luz conocimientos que antes no teníamos. Son los arqueólogos que se preocupan por su bolsillo, y los herederos de la cultura de perseguidores de tesoros.
Cada vez que paso por alguna montaña, me pregunto si no será algún templo que, oculto de nuestros ojos, descansa su historia.

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