Otavalo y la belleza andina: ¿Dejamos de pensar en la belleza indígena?
Plaza de los Ponchos |
Hostal el Andariego |
Muchos resultaron hermosos, se veían muy clásicos, con buena iluminación, pero hubo un factor común en casi todos y era un olor a humedad, quizás por la madera y el clima de Otavalo, hasta que llegamos al Andariego. Encontramos a una pareja hermosa (y si tienen suerte les pueden contar su bonita historia de amor) que arrendaron este lugar y lo están convirtiendo en un hogar prestado (porque así se siente uno). Muy cerca de la plaza de los ponchos, y un porcentaje de las ganancias los muchachos las donan a un ancianato que queda detrás. Hay un olor a madera nueva que todavía extraño, eso sin contar con que los baños siempre estuvieron limpios y la cocina siempre disponible.
Hornado |
Otavalo es un lugar muy tranquilo con calles coloridas, y una extensa oferta de comidas (yo les recomiendo comer hornado en algún sitio típico que fue lo que más me gustó), pero por otro lado hay todo lo que se pueda comer.
En la plaza de los ponchos se encuentra una cantidad increíble de artesanías, en especial los tejidos, que guardan en sus texturas y símbolos, historia indígena y campesina de la región.
Después de observar y caminar por la ciudad, decidimos salir a explorar los alrededores. La laguna de Cuicocha queda muy cerca y en cinco horas (aproximadamente) se da la vuelta completa. Para llegar a la laguna se va hasta el pueblo de Quiroga y en la iglesia hay algunos carros que llevan hasta la laguna (es mejor buscar a otros viajeros porque cobran el recorrido y no por persona). Nosotros llegamos en el momento justo en el que una familia de norteamericanos con sus amigos ecuatorianos estaban negociando con un conductor y yo aumenté dos números a los pasajeros. Y ellos amablemente aceptaron.
Laguna Cuicocha |
Es posible observar los islotes en medio de la laguna desde la entrada, pero la perspectiva más hermosa me parece que se da a las 3 horas de caminata (como se ve en la fotico).
Por el camino intercambiamos fotos con una pareja de ecuatorianos, quiteños, que también estaba caminando y que se quedaron atrás cuando decidieron hacer un pequeño picnic.
Nosotros continuamos el recorrido y a la salida alcanzamos a unos franceses (una bonita pareja de maestros que aprovechan cualquier oportunidad para conocer más de latinoamérica, y con quienes perdimos contacto porque no tenían ni Facebook, ni Whatsapp, ni twitter...) para ver si podíamos compartir el taxi de vuelta a Otavalo, y dijeron que sí, pero la carretera se veía bastante desolada. Lo único que pasó fue un carro de policía a una velocidad impresionante (en la que iban los ecuatorianos). Unos minutos después pasó otra camioneta que nos montó a los 4 en la parte trasera y nos dejó en la entrada del parque, con la bonita sorpresa de encontrar de nuevo a los quiteños que se ofrecieron a llevarnos hasta Cotacaxi (lugar que no teníamos planeado, pero al que nos dirigimos porque también dejarse llevar por el camino es parte del viaje).
Cotacaxi |
Un guayacán rosado nos recibió un rato, las esculturas y murales que hablan de la independencia y de la historia, y luego, volvimos cansados pero felices.
Aunque Otavalo tiene alrededor muchas cosas para hacer, sin duda mi plan favorito en la ciudad fue recorrer la Plaza de los Ponchos (es mucho mejor estar en fin de semana porque la feria es más grande), porque siempre veía algo nuevo, porque encontrarme con los artesanos que te dicen: compre, lleve y te
van rebajando precios de lo que nunca pensaste comprar ni por los que preguntaste, resulta bastante atractivo. Eso sí, lo advierto, es imposible salir de ahí sin llevar algo. Nosotros salimos con saco y chaqueta (y los precios son muy económicos).
En uno de esos paseos casi me choco con una indígena ataviada de sus tradicionales ropas, una mujer de aproximadamente 25 años, y me sorprendí. Era un mujer hermosa, con la belleza única que pueden ofrecer las tierras de los andes, con su pelo indio en trenza, con su piel morena y tostada, con sus pómulos pronunciados y sus ojos negros y profundos, sus collares, y ropas típicas. Me pregunté por qué no observamos más de cerca este tipo de belleza, por qué tenemos tan metido en los gustos el estilo europeo, los colores que no son de la tierra. Muchas veces usamos "indio" (como referencia al indígena) como un término despectivo. Me parece que es hora de repensar también los gustos (que uno dice que no los controla, que son como son, pero también se deben a un patrón de belleza impuesto por siglos), es hora de que nos preguntemos por qué resulta el producto externo mejor que el interno, y también es hora de que aprendamos a apreciar esos hermosos rasgos de la tierra que aún conservamos en la piel, de verlos como lo que son, una hermosa herencia que estamos perdiendo con el paso del tiempo.
Esos no son los únicos atractivos de Otavalo, hay muchas cosas para hacer y visitar, lugares mágicos que acompañan a esta ciudad hermosa y tranquila.
No se pierdan el chance de conocer Otavalo y si van, lleven espacio en las maletas.
Otavalo de noche |
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Hola Liza. Se me ocurre que seria bueno incluir un mapa con estas narraciones, así puedo hacer un recorrido virtual a la par que leo. Un Abrazo.
ResponderEliminarGracias, Germán, lo tomaré en cuenta y lo armaré para el próximo post.
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