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El Cabo es el Cabo

Nos fuimos caminando al centro, porque en realidad el camino es corto desde Utta, pero a los pocos pasos ya nos íbamos arrepintiendo, el sol de medio día nos agotó. Así que esperamos un carro que nos pudiera llevar.
Un señor muy gentil nos llevó hasta el Cabo sin cobrarnos y con aire acondicionado. Nos tuvo escuchando una y otra vez la canción de los perritos del Cacique de la Junta. 
En el Cabo tuvimos la oportunidad de hacer una hora de Kite Surfing, es como la nueva moda en este tipo de deportes acuáticos. El Wind surfing, según nos avisaron, casi no se practica ya y al menos en el Cabo no vimos a ninguna persona haciéndolo.
Nos arriesgamos, ya estábamos en el departamento más al norte de América del sur, así que tomamos una clase de una hora por cien mil pesos. Si no se necesita instructor cobran ochenta mil por el alquiler. El curso completo lo ofrecían por ochocientos mil, por si les interesa.
El encargado resultó ser un caleño muy gentil, y aparentemente, los demás sitios de Kite Surfing eran dirigidos por extranjeros. 
Nos asignaron los instructores, dos niños Wayúu (a mí me tocó el paciente que me gritaba: ¡no te frustres!. No te frustres tú, le decía yo y nos reíamos). Nos enseñaron lo básico del deporte, lo que su hermanito de nueve años ya manejaba a perfección. ¿Qué es lo que más aprendí?, si me lo preguntan a mí, consistió bastante en tragar agua.

Mis dos muñecas tiene su pendejadita, por lo que me costó bastante, y aunque nos advirtieron que no era un deporte de fuerza, sí lo es un poco, hay que tensionar, girar, sostener pero no deja de ser increíblemente apasionante. ¿Cuántas oportunidades tiene uno en la vida de jugar con el viento y el agua al tiempo?
Tampoco es que sea el más fácil de los deportes, y eso que de Kite Surfing, solo hicimos la mitad, la clase no alcanzó para montarnos en la tabla (menos mal, yo no podría coordinar nada adicional a lo que ya hacía). Y ahí vino el cansancio, y sentirme vieja, frustrarme por no haber aprendido tanto, aunque nos hubiera advertido que en una clase habíamos avanzado lo que se avanza en cuatro. La paciencia llega con los años; uno se conforma, decía mi abuelita. Me faltan días de viaje en esta vida para aprender.
Algún día tal vez vuelva y me una a esa cantidad de muchachos que surcan con piruetas el aire y vuelven a caer al agua. Un lindo viaje en dos elementos.
Me despedí un poquito triste del Cabo, ¿quién no? Y aunque en esos días no tuve señal de celular (solo entra Claro y en algunos sitios Movistar), mi nomofobia se espantó, se distrajo con las bellezas que el paisaje, la gente y el clima me ofrecían. También agradecí no tener la tentación del ver Facebook, para ese momento ya se había estrenado Star Wars y yo seguía sin
verlo. No quería spoilers de ningún tipo, no hasta que lograra llegar a Riohacha a verla.
El camino de vuelta de nuevo nos llevó a Uribia donde ya había un cajero, esto es bien importante. En el Cabo no hay un solo cajero, ni datáfono ni nada parecido, por lo que es necesario llegar con el efectivo necesario.
Fue parada obligatoria en un Cineland de Riohacha (si van a comprar dos o más boletas, es más económico comprar la tarjeta, incluso si solamente es para esa vez), que encontramos casi vacío, además de otro señor, el cine fue completamente nuestro y de nuestras maletas. No corrimos con suerte, así que tuvimos que verlo en 2D y doblado al español, pero ya no había riesgo de enterarme por otros.
Además de estar cómodos en una sala de cine, también me emocionó la facilidad del agua, entrar de nuevo en un baño y ver correr el agua. Privilegios que no entendemos.
De Riohacha nos fuimos para Palomino, mencionado por todo el mundo. "No se lo pierdan", "es hermoso". Y sí, no voy a negar que lo fue, pero a riesgo de adelantarme, o tal vez de chocar con la opinión de muchos, no supera a el Cabo. Tiene ventajas, eso sí, como el agua corriente y todas las comodidades que se puedan querer y pagar, pero no el encanto de una tierra cargada todavía con sus hijos.
No me vayan a malinterpretar, no tuvimos malas experiencias, la atención fue excelente en donde nos quedamos, conocimos personas amables, comimos delicioso, pero el Cabo, sigue siendo el Cabo.



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