La muerte en Mompox

Esta, gratamente es la entrada número veinte del blog, y sigue en Mompox, esta vez empezando con un compañero de escritura (el grillito que no me pude quitar en casi dos horas de la camiseta), y desde el impresionante cementerio del pueblo.

Lo primero que impresiona, además del blanco que celebra las vidas que se fueron, es la cantidad de gatos que parecen haberse tomado el cementerio.

Le digo molestando a Manuel que el padre está haciendo muy mal trabajo porque los gatos parecen bastante mal alimentados, y entonces me entero de que el hombre ya es un anciano y ha estado enfermo. Yo espero que esté mejor y que los gatos sigan para siempre recordando al muchacho que no quiso jamás abandonar Mompox.
Cuando logro distraerme de los gatos que acuden a saludar, noto los bustos, los homenajes a los personajes de Mompox. Y ahí está Andrés, un bogotano (rolo, me dice con un dejo de disgusto) que fue reprendido por Bolivar por la manera salvaje en la que torturaba y asesinaba a los españoles, desmembrándolos y tirándolos al río. (Le advierto a Manuel que los rolos somos cheveres, él se ríe, creo que no me creyó.) El pueblo se quejó con Bolivar, no solo por la crueldad sino porque sus muertos contaminaban el río del que se alimentaba el pueblo. Andrés accedió y de ahí en adelante amarró a sus víctimas y les tapó la cara, así los mandó al río para que no contaminaran con la sangre. Dice la tradición oral que de niño tuvo que ver como los españoles le quitaban a su papá los testículos y se los colgaban en las orejas. Una tradición de violencia, ¿suena conocido? Andrés ahora mira al horizonte, serio y rudo, después de morir de alguna enfermedad larga como agonía (esa frase es de Gabo, advierto).

"Qué trite que etá la noche,
La noche qué trite etá;
No hay en er cielo una etrella
Remá, remá."

Ahora este cementerio alberga a todos los momposinos, pero no siempre fue así. Antes los que tenían recursos eran enterrados en el cementerio y los demás iban a una fosa común. Fue por esa época donde el peor amarillo nació en Mompox, un brote de cólera que inundó el pueblo cobrando muchas víctimas mortales. No fue hasta la visita de José Celestino Mutis que se descubrió la causa; las lluvias arrastraban al río la descomposición de los muertos de la fosa común. Fue Mutis quien ordenó que todos los entierros se realizaran en el cementerio y de esa manera el brote de cólera fue disminuyendo, aunque me imagino que Florentino siguió en el Ferry pegado de la excusa amarilla.
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