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Cómo contar una historia

Tengo dos formas de contar historias. Las dos se resumen en este blog; escribo y tomo fotos. Estas son mis formas de expresar el universo en mi cabeza. Consciente de que hay muchas maneras de contar una historia, quiero hablar de una de las más originales que he conocido. No voy a decir que no la conocía previamente, pero en Hawaii tuve un redescubrimiento. 
Imagino que todos han tenido la oportunidad de ver el Hula (baile en hawaiiano), y sí, ver mujeres moviendo la cadera como si ésta tuviera voluntad propia es bastante sensual. Pero no entendí su significado hasta que recibí una clase casi personalizada de una mujer hawaiiana y muy interesada por sus raíces. 
La clase la recibiría a cambio de impartir una de salsa. La clase de hula se dividió en dos grupos el de hombres y el de mujeres. Un amigo que trabajó mucho tiempo en L'uau iba a hacer la demostración masculina. Primero nos enseñó el baile completo, lo que aprenderíamos. Cantaba en hawaiiano siguiendo la pista. Luego iba parando la pista y traduciendo al inglés la canción. Entonces descubrí que se trataba de una historia, una narración oral cantada. El paso típico de mover las manos en ondas sugiere el movimiento de las olas del mar y para mi sorpresa, cuando se llevan la mano a la boca y luego reparten "el beso",
en realidad quieren decir que van a contar la historia. Los brazos en L muestran la montaña, los saltos el caballo que conducen, semi círculos hacia la nariz cuentan del olor de las flores y las curvas en el aire son la belleza femenina. 
Además de mi ausencia casi innata de coordinación, la sorpresa del baile me tenía congelada. La instructora vio que muchos de nosotros no seguíamos los pasos básicos, así que se devolvió con paciencia (los gringos estaban tan perdidos como yo). Se concentró en el movimiento de cadera y me soltó "la clave", el movimiento de las rodillas. Doblarlas un poco, doblar una más, volver al inicio y después con la otra. "No exageren", dijo, "no quieren parecer turistas". Me opuse al comentario, y ella amablemente me dijo que yo no contaba como turista, luego advirtió que dobláramos las rodillas que las caderas se empezarían a mover solas. Yo le respondí que las mías estaban dañadas, porque evidentemente ella lograba con el truco lo que yo no.
No importa, me dije, seguro que en salsa ella se enreda igual. Pero no, aprendió los pasos básicos muy rápido y se movía mucho mejor que yo (no es tan difícil, yo sé).
Durante la estadía tuve un par de oportunidades más de disfrutar del Hula con música en vivo en dos L'uau (uno de colada y otro de invitada), y una presentación de personas de todas las edades
que toman clases. Las lecciones son bastante duras, usualmente el profesor está tocando instrumentos de percusión y es estricto hasta en lo movimientos más básicos centrado en la historia. Las alumnas avanzadas se hacen adelante para que pueda corregir los movimientos a perfección. Las demás van atrás (usualmente niñas muy pequeñas), y tratan de copiar con la ilusión de ser promovidas a las filas del frente. 
Los bailes masculinos son bastante atractivos (por muchas razones) y para mí, en especial, los bailes de guerra me transmitían mucho. Las voces fuertes, los gritos, los golpes contra el pecho, las piernas, los brazos dejaban marcas rojas y en algunos casos algunas pequeñas muestras de sangre. Pasión, le llamo yo. Cualquiera que haya puesto pasión en algún proyecto seguro me dará la razón.
Al final de algunos espectáculos piden tomarse de la mano del que esté al lado, y orar juntos agradeciendo la música, la vida, la isla y mientras tanto, los cantantes le enredan a uno el alma entre los acordes de ukuleles. 
Pero este baile maravillosos no es la única manera de contar historias, otra de la que más me sorprendió es la comida, la típica.
Habla de las necesidades, pero también de las ventajas, de los privilegios de la isla. El cerdo cocido bajo el suelo volcánico que aprovecha el fuego de la isla, el arroz pastoso y sin sabor heredado de la Polinesia, el poi que crece incluso en las épocas de mayor calor, las ensaladas con pedazos de los pescados comunes, la piña que crece en los suelos de la isla con tremenda facilidad. Son las abuelas encargadas de hacer los alimentos en las fiestas hawaiianas gigantes. La responsabilidad le va a quedando a la mayor de la siguiente generación, debe ella guardar las recetas y preparar al siguiente, ¿no es esta otra manera hermosa de contar y conservar una historia? 

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